¡Por fin se acabaron las vacaciones! :)
¡¡¡Ueeeeeeeeeeee!!! ¿Se puede pedir más a la vida? Pues claro que se puede, que ojalá hoy fuera lunes y no martes, por ejemplo.
Mi abuelo me dijo una vez que “no hay mejor lotería que trabajar noche y día”. Mi hermano, el médico, se alertó por el comentario alegando que era el primer signo de chocheo, no como cuando se puso a mear en el salón en aquel evento familiar que eso le pareció normal.
A los abuelos hay que hacerles caso, porque han vivido más que tú y han aprendido de ello, así que su sentencia no me chirrió en absoluto y menos después de ver En busca de la felicidad, que la acabé y buah, es que soy yo literal, si no es por el mostacho, el metro noventa y que tampoco soy negro, pero por lo demás separados al nacer. Que como dice
en su note, a lo mejor se está usando erróneamente “literal” para lo figurado, pero eso le puede hacer explotar la cabeza a algún zoquete. Literal.Apliqué en mi juventud todo lo asimilado del pááááápa de mi pááápa y de las pelis de Jólibu y me puse en mi primer empleo a currar como un cabrón, que yo creo que el macho cabrío tampoco es que curre tanto pero sólo soy veterinario (no lo soy).
Según mis cálculos, cuando mi empleador viera lo mucho y bien de mi trabajo, acabaría el mes con un “toma esta propina, Johnny, te lo has ganado”. Que no me llamo Johnny, pero mientras me lleguen los dólares pues ni tan mal, que ya buscaré algún locutorio para cambiarlos a euros.
Y con ese capital podría fundar desde el garaje de mi casa una empresa que vendería unos minutos más tarde por treinta y cinco millones de euros, la mitad de su valor realmente, pero hago descuento por pronto pago.
Sin embargo, tras un giro inesperado de los acontecimientos (lo que ahora llaman plot twist porque “giro” se ve que es más impronunciable), llegó el final de mes y flipa, que cobré estrictamente lo especificado en el contrato. ¿Pero y esa puta seguridad jurídica a qué venía? Puto George de los cojones porque sí, él sí se llamaba George.
Total, que el primer mes de trabajo perdí unos veinte mil euros, porque claro, yo no tengo garaje y no veas lo cara que está la zona azul. Que podría haber sido suficiente en esas semanas con poner el ticket a una plaza y no a tres, pero dicen que hay que aparentar a lo que aspiras.
También un coñazo lo de tener que mover de calle cada cuatro horas el escritorio y demás mobiliario startup, que mira que yo lo quería todo con rueditas pero un señor de Instagram me dijo que no, que poner ruedines a las sillas Mahou era una garrulada de cara al público, que ante todo imagen de seriedad y solvencia.
Harto de George y de cambiar tickets me fui a trabajar a una empresa multinacional líder en su sector, porque todas son líderes en su sector y quizás el concepto de “líder” de las empresas líder difiera del mío y del de la RAE. O sector significa trastero 3 del sótano 2, yo qué sé, si es que es tan rico el lenguaje que da gusto verlo, de verdad, paseando con su bolso Gucci por la milla de oro.
Pues en la nueva compañía sabía que no iba a ser un número más y que se valoraría mi buen hacer. Así que aprendí a programar gran parte de mi trabajo, con lo cual ahorraría a la empresa varios miles de euros anuales y seguro que tendrían el decoro de darme una recompensa más que meritoria. Y sí, me premiaron, listos que sois unos listos. Contra todo pronóstico me otorgaron jornada flexible, que significa que podía estirar el horario todo lo que quisiera para absorber el trabajo de más que me estaban encasquetando porque claro, con la programación me quitaba mi tarea inicial, y de paso me hacían el favor de no tener una vida laboral rutinaria cual Oompa Loompa, ya que sabía cuando entraba pero nunca cuando salía.
Mis compañeros veían en mí cara de amargura, pero ellos no sabían que el jolgorio iba por dentro, porque me estaba ya tocando la lotería de trabajar noche y día y los muy idiotas tomando cañas desperdiciando su vida con falsa felicidad. Y es que hay carcajadas en los bares que dan pena y lágrimas sobre el teclado que son gozo y plenitud.
Pero no todo era perfecto, ya que los fines de semana, y de manera vergonzosa, la oficina cerraba. Un drama. Sin embargo yo no me conformaba con pasar dos asquerosos días de ocio y socialización sobrevalorados, que ya ves tú lo que me importa que te haya echado la novia y no tengas donde dormir, que bastante tengo con lo mío, que no doy abasto limpiando tanta habitación vacía en casa.
Tenía que buscar la dicha completa y alcanzar el nirvana, el cielo en la tierra, el Marina d’Or en Madrid, porque a mí nadie me dice cuando tengo que descansar, así que me hice putónomo, o autónomo como dicen los sibaritas, que si has leído mi artículo anterior sabrás que me hizo (y me hace) muuuuuuuuuy feliz. Porque soy líder. En mi sector. Y no huele a cerrado, ¿vale? Eso que hueles es el olor a la envidia que te corroe. Y a humedad un poco también, pero estoy en ello, ¿capici?
PD: que resulta que Marina d’Or ahora se llama Magic World, o sea, muy fuerte, tía. Qué suerte tuvieron los dinosaurios, joder.
Todas las empresas son, literal, líderes en su sector.